Es cierto que los rayos ultravioletas no son capaces de llegar hasta los huesos, pero sí ayudan al proceso de producción de vitamina D en la piel. Su principal función es controlar los niveles de calcio y fósforo, lo que facilita la absorción del calcio en los huesos, incrementa la densidad mineral ósea y previene las posibilidades de sufrir alguna fractura.
De igual forma ayuda a controlar el insomnio gracias a que la luz “solar” (artificial) contribuye a manejar el reloj interno del cuerpo, permitiendo regular el ciclo de sueño en el transcurso del día. También los rayos ultravioletas incrementan la producción de serotonina, una sustancia química que transmite mensajes entre las células nerviosas y que está relacionada con la sensación de bienestar.
La radiación brindada por las cámaras de bronceo es controlada según el tipo de piel de la persona, haciéndolo un proceso seguro. Al ser manejado de manera correcta, y regulando el tiempo de exposición, existe un riesgo mínimo de quemaduras en el cuerpo.